
Bailes vieneses: lo más destacado de la temporada
Tradición, vals y alegría de vivir en un ambiente imperial
Los bailes de Viena son una parte viva de la historia cultural. Antaño fueron escenario de la aristocracia, donde los jóvenes eran presentados en sociedad; hoy son una fiesta abierta a todos los que buscan elegancia y alegría de vivir. Durante la temporada, Viena se transforma en la capital del baile: más de 300 noches de baile, desde el glamoroso Baile de la Ópera hasta el tradicional Baile de los Cafeteros (Kaffeesiederball), hacen que la ciudad vibre al compás del vals.
El encanto especial proviene de los rituales festivos heredados del siglo XVIII: las fanfarras de apertura, la entrada de los debutantes, el anuncio “¡Alles Walzer!” (¡A bailar el vals!) y la cuadrilla de medianoche. En las pistas se alternan el vals clásico y la música contemporánea. Quien quiera brillar en la pista suele acudir antes a una escuela de danza para aprender o perfeccionar el vals.
Bailes vieneses: lo más destacado de la temporada en Viena
Los salones más bonitos de Viena
3 consejos para una noche de baile perfecta
Los vieneses son muy experimentados en bailes y saben que los invitados son los verdaderos protagonistas de un baile. El público vienés conoce bien lo que importa: buen humor, elegancia, buenos modales, conversación agradable y gusto por el baile.
Thomas Schäfer-Elmayer, Profesor de danza en la escuela de baile Elmayer
El frac adecuado para todos
Lambert Hofer Junior es uno de los sastres más solicitados de la escena de bailes vienesa. Apenas termina el verano, su atelier comienza a recibir los primeros pedidos de fracs para el Baile de la Ópera. En pleno auge del carnaval vienés, en el taller de la Müllnergasse reina tanta actividad como en la pista de la Ópera Estatal de Viena justo antes de la cuadrilla de medianoche.
“La cultura del baile vienés es única”, decía Olga Hofer, quien dirigió durante un tiempo el alquiler de fracs y disfraces tras la muerte de su esposo. “En Alemania un hombre puede ir a un baile exclusivo con traje negro, pero en Viena eso es impensable. El esmoquin es el mínimo; el frac, lo ideal.” Ahora retirada, su equipo de sastres y costureras sigue ayudando cada año a numerosos caballeros a encontrar el frac perfecto para lucir impecables en la Ópera, la Hofburg, el Ayuntamiento o el Musikverein.
Código de vestimenta:
Damas: vestido de noche largo.
Caballeros: frac negro con pajarita blanca y zapatos negros de charol.
¡Todos al vals!
El vals, como baile en pareja, al principio causó escándalo moral, pero el Congreso de Viena (1814/15), que reorganizó Europa, lo convirtió en baile de salón. La intensa vida social del congreso dio origen a la célebre frase “¡El Congreso baila!”. Los giros embriagadores del paso de vals llevaron una nueva intimidad a los salones de baile. Johann Strauß padre (1804–1849) consolidó su dominio con 152 composiciones que sonaron desde Viena hasta Londres.
“¿Me concede este baile?” es la invitación más hermosa de una noche de baile y hace latir más rápido los corazones. En la elección de las damas, cuando ellas invitan a los caballeros, también ellos pueden sentir lo que es ser el elegido.
Quienes visiten Viena y planeen asistir a un baile pueden prepararse en cursos exprés. La escuela de danza Rueff ofrece programas a medida para visitantes internacionales con poco tiempo.
Muy cerca de las caballerizas de la Escuela Española de Equitación, en el Palais Pallavicini, se encuentra la escuela de danza Elmayer, donde se aprenden los pasos esenciales del vals y las buenas maneras en el salón de baile.
Aprender a bailar el vals
Tradición al compás
Con la muerte de Beethoven y Schubert comenzó una nueva era musical en Viena, marcada por la dinastía Strauss. Johann Strauss, que compuso su primer vals a los seis años, alcanzó fama internacional y desde 1863 dirigió los bailes de la corte, inaugurando una nueva etapa del baile vienés.
Declarado en 2017 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, el vals vienés fue considerado indecoroso hasta el Congreso de Viena (1815). Con la apertura de los salones y el auge de la burguesía, se convirtió en símbolo de elegancia y alegría. Gracias a Johann Strauss, sigue siendo hoy parte esencial de las tradiciones austríacas.