Philippine Welser y el amor secreto en el Castillo de Ambras

El archiduque Fernando II debería haberse casado con una princesa francesa o portuguesa. Sin embargo, como suele ocurrir en temas de amor, no todo fue según lo previsto: en 1557 se casó en secreto con su gran amor Philippine Welser, la hija de un simple comerciante. En aquella época, tal matrimonio se podía celebrar por la iglesia, pero socialmente no era aceptado en absoluto.

Su amante vivía en estricto secreto en el Castillo de Ambras que había sido recientemente ampliado, escondida y ampliamente conocida como la amante del archiduque. Este feliz matrimonio tuvo un total de cuatro hijos que fueron excluidos de la sucesión por los Habsburgo. Gracias a la ordenación de su hijo como cardenal, la pareja fue liberada del secreto de su matrimonio por el Papa y así pudieron hacer público su amor. Según la leyenda, la preciosa Philippine se dedicó sobre todo a sanar a los enfermos, a los que ayudaba a recuperarse con sus conocimientos en hierbas medicinales. Y no fue solo eso lo que la hizo tan popular entre el pueblo y la nobleza. También se dice que Philippine Welser perfeccionó la comida casera e incluso se le atribuye un libro de cocina.

El castillo, rodeado por sus magníficos jardines, alberga uno de los edificios de salones más significativos a nivel artístico del Renacimiento tardío, que hoy se conoce como la "Sala Española". Fue gracias al gran interés de Fernando II por el arte de todo tipo que nació por aquel entonces una colección sumamente valiosa de retratos, rarezas y tesoros.

Según los registros, el archiduque hizo construir la zona inferior del castillo como museo. Fue así cómo el Castillo de Ambras se convirtió en el primer museo del mundo. El parque de 20 hectáreas es también una gran obra de arte. Incluso entonces, fue el hogar de una cascada creada artificialmente, que aún hoy deleita a los visitantes. Según los registros, estos extensos terrenos estaban repletos de flora y fauna, que era el hogar de estanques de peces, viñedos, recintos de caza y pabellones.

En el castillo llama especialmente la atención la zona de baño de Philippine Welser. Muy lujosamente amueblado para la época, el baño era una parte integral de la vida cotidiana de la duquesa. La bañera de 1,60 metros de profundidad no solo se calentaba con una estufa, sino también con piedras calientes para proporcionar un calor adicional. La adición de hierbas, la pasión de la duquesa, también tenía un efecto curativo.

La pomposa zona de baño del castillo no era solo un refugio para relajarse, sino que el baño también era un ritual social: se servía comida y bebida a los sofisticados invitados, por lo que pasaban varias horas juntos. Debido a la versatilidad del lugar, también se realizaban pequeñas operaciones y tratamientos corporales. Para hacerle justicia, la zona de baño era más bien un "spa" del Renacimiento. Asimismo, bañarse era la excusa perfecta para vislumbrar cuerpos femeninos desnudos en aquella época tan recatada. Al parecer, la vida de Philippine llegó a su fin en esta bañera. El mito de que su suegra nunca superó el hecho de que su hijo se casara con una plebeya y que su muerte no fue natural persiste hasta el día de hoy.