El anhelo de lo terrenal: el mundo de las hierbas

Andrea Rieder cuenta cómo las hierbas le marcaron en su infancia: ungüento de caléndula para las heridas, aguardiente de árnica para masajes y miel de tomillo para la tos. ¿Y en la cocina? "Siempre había algo verde en el plato". Hoy, Rieder se ocupa de un jardín de hierbas abierto al público con más de 500 plantas diferentes en Hollersbach, el municipio del parque nacional. Su claro favorito es la ortiga. Para los no versados en este mundo, es el mayor enemigo en un jardín bien cuidado pero, para esta conocedora de las hierbas silvestres, es la fuente absoluta del poder concentrado y el efecto terapéutico: "Si la ortiga no picara un poco, probablemente ya la habríamos exterminado, esta planta es muy valiosa. Es un producto energético de la naturaleza, antiinflamatorio y rico en vitaminas, ya sea en forma de té o seco, en forma de polvo".

También ofrece un hábitat para las mariposas, superalimentos regionales e incluso un afrodisíaco. ¿Quién pensaría que estamos elogiando a la discreta ortiga?

Un gran todo 
Andrea Rieder es testigo de que Austria ofrece las condiciones óptimas para un ecosistema saludable, en el que las hierbas silvestres prosperan: "Vivimos en el paraíso. Aire puro, agua limpia, estaciones y conciencia medioambiental". Siempre es mejor mirar por el medioambiente; Andrea Rieder observa especialmente entre los jóvenes un gran sentido de responsabilidad en lo que respecta a la conservación de la naturaleza. Cada planta, cada animal tiene su función desde un punto de vista holístico. Una parte se encadena con la siguiente y forma un ciclo en su conjunto; la experta en hierbas está convencida de ello:

"Por muy insignificantes que sean las hierbas, son muy valiosas en el ciclo natural. Cada hierba florece en una época distinta, por lo que las abejas pueden recolectar néctar durante todo el año. Con cada hierba que desaparece, se pierde algo valioso. Todos debemos prestar atención a cada ser vivo, cada animal y cada planta".

Por último, queremos que Rieder nos explique cómo la naturaleza cambia nuestros sentidos. "Respiramos hondo, inhalamos oxígeno, el olor del bosque nos libera la mente, con el movimiento activamos la circulación, y el verde es bueno para los ojos y nos calma. Los pensamientos pasan de largo".

Después de una descripción tan sensorial de los efectos de la naturaleza, ¿quién puede pensar en otra cosa que no sean bosques, prados y, sobre todo, hierbas?